Tengo un hijo pequeño muy inquieto, ¿qué hago con él?

En los primeros años de la vida de los niños, sus continuas e ilimitadas actividades como saltar, correr, gritar, etc. forman parte del comportamiento normal de la mayoría de los niños pequeños, aunque suponen para los padres una gran preocupación y agotamiento, pero tienen que irse acostumbrando, pues deben darse cuenta, que es la forma de avanzar en la vida, queriendo tomar sus propias decisiones.

Niños inquietos

No se trata de que los padres dejen hacer a sus hijos pequeños todo lo quieren o que les den todo lo que les pidan, deben enseñarles a tolerar la frustración que les suponga, el no obtenerlos, a tener paciencia,  a saber cuáles son los limites de convivencia, etc.

No es un problema de, ser demasiado blandos o demasiados duros con los hijos. Los padres tienen que encontrar soluciones inteligentes y creativas, para afrontar esas situaciones naturales y lógicas, que ocurren a esas edades, pero sin etiquetar al niño en lo que pudieran creer que son defectos. Los padres no tienen que confundir los niños inquietos, con los niños maleducados,  desobedientes, excesivamente mimados, consentidos, groseros, intolerantes, etc. Tienen que tratar que sus hijos se comporten de forma educada, amable, social, etc.

La rebeldía es consubstancial a los niños, e incluso buena. Es preferible que un niño sea algo inquieto y rebelde, a que sea blandengue, pelele o que no tenga voluntad propia, sobre todo en las etapas en las que debe de aprender a ser autónomo, a tomar decisiones, a argumentar, a distanciarse de la madre. No se debe de confundir la rebeldía, con la tiranía, aunque parecen similares, son opuestas, si la tiranía no se frena, acaba por estallar en causas peores. Las características de los niños tiranos son: Su falta de empatía, su bajo sentimiento de culpa, su falta de arrepentimiento por los actos cometidos, su insensibilidad ante el dolor que causan a sus padres, hermanos, profesores y amigos, su regocijo haciendo daño, etc.

Los padres no deben de catalogar a sus hijos, como violentos, pero tampoco deben de minimizar el problema, aunque les cause pena y por ello les den sobreprotección y sentirse culpables. Si, tienen que poner freno a esta situación, para no ser padres inseguros. Los padres tienen que tener con los hijos mucha paciencia, dedicarle todo el tiempo posible, gran firmeza, comprensión y cariño.

La primera obligación de los padres, es llevarles a su médico pediatra, para que dictamine si el hijo tiene alguna enfermedad o si sus actuaciones son normales a su edad o son producto de la mala educación familiar que han recibido. Algunas veces los niños muy consentidos, mal educados y sin límites de comportamientos bien definidos, tienen reacciones que parecen síntomas de enfermedades, cuando en la realidad son producto de la mala educación recibida.

Si el médico le diagnostica Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH o TDA), que se caracteriza por el déficit de atención, impulsividad y/o hiperactividad excesiva o inapropiada para la edad del niño, lo que pudiera dificultar su desarrollo, los padres deberán obtener más de una opinión, pues en algunos países, al primer diagnóstico, ponen al niño en un programa de medicamentos, que normalmente le durará toda la vida, por lo que quedará estigmatizado para siempre, ante sus compañeros de escuela, familiares y resto de la sociedad. Es muy importante evitar que se etiquete al niño, como inquieto o hiperactivo, sino todo lo contrario, hay que buscar alternativas para motivarlo a mejorar y a aprovechar su capacidad.

10 Síntomas que suelen presentar los niños muy inquietos:

  • Actúan como tiranos, pues parece que no sienten, ni les duelen los sentimientos de los padres, ni de los otros niños.
  • Excesiva actividad como forma de llamar la atención, porque sienten que tiene carencia de dedicación de sus padres o maestros.
  • Quieren ser siempre los primeros, en llegar a donde sea.
  • Reciben más castigos que los demás, porque agotan la paciencia de sus padres, maestros o familiares.
  • Reflejan en sus actividades la mala o escasa educación recibida de sus padres, lo que les hace menos sociables, con sus familiares y amigos.
  • Retrasos en el habla o en el desarrollo.
  • Se pelean con sus hermanos, familiares y amiguitos, que no entienden su forma tan efusiva de saludar, los empujones que da y los caprichos y rabietas que realiza.
  • Son despistados, excesivamente movidos o impulsivos.
  • Tiene mayor facilidad para sufrir accidentes en la casa, por sus acciones precipitadas e inconscientes, al golpearse con frecuencia por ir rápido y sin mirar.
  • Tienen dificultades para regular el sueño o los hábitos de comer, vestirse y jugar.

20 Sugerencias para que los padres, eduquen bien a sus niños pequeños muy inquietos.

  • Aceptar, esa inquietud, rebeldía e inconformidad infantil, pues es consubstancial a los niños y los padres tienen que aceptarla, como muestra de que se están posicionando en la vida, ya que están demostrando su aprendizaje, a ser autónomos, a tomar decisiones, a argumentar, a distanciarse de los padres, etc.
  • Acudir a Escuelas para Padres, seminarios o cursos, donde enseñen a utilizar estrategias educativas eficaces, en el interior y el exterior de la familia y a adecuar, las expectativas a las capacidades de los niños. Y si fuera posible, conocer a otras familias que se encuentren en situaciones semejantes.
  • Admitir que la buena, sana y equilibrada alimentación, junto al ejercicio y la actividad, es esencial para su desarrollo. Ellos están descubriendo que pueden correr, saltar, gritar y moverse cada vez más y que su cuerpo lo necesita.
  • Aprender a controlar la conducta del niño, para lograr que hagan aquello que se supone que deben hacer. También aprender a conservar la calma, por muy tensa que sea la situación. Antes de “perder los nervios” es conveniente respirar profundamente, contar hasta 10 y, si es necesario, retirarse un momento y regresar de nuevo, para intentar solucionarlo de forma calmada.
  • Dar más importancia al aprendizaje del control de la conducta, que a las habilidades académicas, desarrollándoles la creatividad con manualidades y canciones y fomentándoles la relación con los compañeros.
  • Demostrar amor, firmeza, autoridad, cariño e inteligencia, en las decisiones que atañan a sus hijos, sin mostrar signos de vulnerabilidad, dejando bien claro, que el sí de los padres, es sí, y el no, es no, por mucho que lloren, griten o rabien. No importa que los niños se frustren, porque no siempre van a poder cumplir su voluntad. Los padres no tienen que ceder un ápice, ante las rabietas o los gritos. Es imprescindible que los niños aprendan desde pequeños, que no lo pueden tener todo y sobre todo, que no lo pueden tener, ya.
  • Enseñar a los hijos, desde que son muy pequeños, primero con el ejemplo de los padres y posteriormente, con el soporte de la práctica, algunas de las virtudes y valores humanos como: Fe. Obediencia. Orden, Sinceridad, etc.
  • Escuchar y en su caso observar a los hijos, continuamente y con detenimiento, para conocer sus inquietudes, apetencias, necesidades, preocupaciones, tristezas enfados y disgustos y así, poder preparar objetivos y estrategias conducentes a lograr educarles mejor, apoyarles y entretenerles.
  • Explicarse bien en base a las tres “C’s” de forma clara, concisa y contundente lo que es bueno y lo que es malo para ellos, junto a las repercusiones que sus actitudes tienen para toda su familia y amigos.
  • Incorporarles poco a poco a las pequeñas tareas de la casa, así como a tomar pequeñas decisiones relacionadas con la realización de las virtudes y valores humanos de la Fe, la obediencia, el orden y la sinceridad.
  • Ir paso a paso, pues es mucho más razonable y menos decepcionante, proponerse pequeños objetivos o metas parciales, para ir llegando padres e hijos a objetivos más responsables.
  • Leer, estudiar e informarse sobre las principales características de los hijos, a las diferentes edades, para ser realista y no exigirles actuaciones y comportamientos, que estén fuera de sus capacidades, pero tampoco permitirles que hagan cosas, como si fueran más pequeños, es decir, pretender que hagan las cosas de acuerdo a sus edades y conocimientos.
  • No aceptar bajo ningún concepto, demostraciones de tiranía por parte del hijo, aunque parezcan que son rebeldías. Los niños tiranos, además de que tienen falta de empatía con los otros niños, son los que se regocijan, haciendo daño a sus padres, hermanos, profesores y amigos. No muestran arrepentimiento por los actos cometidos, tienen bajo sentimiento de culpa y se muestran insensibles al dolor que causan. El problema es que, si esa tiranía no se frena, acaba por estallar en causas peores.
  • No catalogar a los hijos, como violentos, pero tampoco deben de minimizar el problema, aunque les cause pena y por ello les den sobreprotección.
  • Ocuparse mucho de la educación de sus hijos, además de preocuparse, pero utilizando las mejores armas educativas que existan, que suelen ser las que a los padres les hacen fuerte e invulnerables ante determinadas peticiones de los hijos.
  • Poner énfasis en las cosas buenas que hacen los hijos para premiarles, sin olvidar las cosas que no hacen bien, para corregirles.
  • Preocuparse y ocuparse de educar bien a sus hijos, dándoles mucho cariño, demostrándoles mucha paciencia, firmeza, comprensión y sobre todo, dedicarles mucho tiempo y éste de la mejor calidad posible.
  • Procurar que en la familia los padres den un buen ejemplo, generando un gran ambiente de convivencia y tranquilidad, responsabilidad, orden, normas claras de actuación, recompensas, castigos, obediencia, etc., ayudando a los hijos, para que se integren en las actividades con el resto de la familia, compañeros de escuela y amistades.
  • Reconocer que los niños muy inquietos y traviesos, no tienen por qué ser siempre consecuencia de una educación incorrecta, por parte de los padres. Están en la edad de pedir que se les preste atención y como no saben hablar bien, se expresan con gestos, gritos, saltos, etc. que los padres deben asumir como parte de su crecimiento e incorporación, a las actividades que le corresponden por su edad.
  • Ser flexibles en los límites que se pongan a los hijos, evitando que hagan lo que quieran hacer, aunque no les convenga. Para informarse bien y estar al día, hay muy buena literatura en el Internet y en las bibliotecas públicas, sobre consejos y estrategias, para ayudar a solucionar éstas y otras cuestiones en las diferentes edades.

Francisco Gras | Editor de Mi Cumbre