Homos domesticus: delicias de la limpieza del hogar

Tirando lo roto, descartando lo inservible de cada integrante de la casa, desalojando, o en su efecto, cobrar el alquiler debido, a cuanta arañita haya en los recónditos lugares; esos que a veces le da amnesia o antipatía a la escoba o bien porque da pereza correr el mueble para hallarlos.

limpieza

Por ende, para no hacer tan solitario el asunto, una empieza a recitar ciertos postulados que empiezan a parecerse a dogmas: que la mugre es democrática pero se, que cuanto mayor de estatura y corpulencia es el abonado en servicio de la casa, mayor la producción de cosas desordenadas puede andar desparramando por ahí, que por dicha razón exige un sistema de participación tripartita mínimo o en bloque (es decir mamá -papá, mamá-hija, papá-hijo menor y así sucesivamente y si se pudiera incluir a las mascotas, mejor, todavía). Porque los felinos, por ejemplo, son de todos y lo que producen sus sanitarios, por ende también.

Pero de la idea de coparticipación a la coparticipación propiamente dicha hay un trecho enorme, así que buenamente y con sacrosanta paciencia, una intenta reclutar reclutas para la causa, o intenta evaluar si vale la pena ir por sus metros cuadrados pregonando “que uno puede ser no más feliz pero si menos loco, si ordena las cosas y su casa huele a limpio antes que a mininos y que es mejor un cierto orden antes de volverse esquizofrénico buscando cosas todo el tiempo, y que no vale adjudicarle vida propia a los objetos, porque decididamente no la tienen, ni tampoco patas para deslizarse por toda la casa”.

La causa más probable y justa para esos percances, es el hecho de que andamos deambulando por todos los perímetros con ellos y los dejamos tan olvidados por ahí que se mimetizan hasta tal punto de desaparecer precisamente en el mismísimo momento en que queremos hacer uso o desuso de ellos. Las leyes de Murphy que le dicen o principios del desordenado que sugiero.

En un rapto de camaradería, intento explicar que cierto polvillo se aloja diariamente en los muebles y que sin estar hecha la división de bienes ni la herencia porque todavía estoy viva, por ende, los muebles y su contenido inclusive la tierrita, nos pertenece a todos.

Con lo cual, me miran y se debaten entre solidarizarse o perdonarme la vida por loca o maniática de la limpieza que no es tan así, he de decir en mi descargo, sino todo olería a lavandina y todavía no lo huele.

Otra de las opciones es convertir la limpieza general en un asunto de estado mayor familiar; a veces funciona. Con el plus de bañar a los gatos, con un baño como Dios manda, la última vez que logramos bañar a Franela, descubrimos que ella era él.

Claro, lo logramos entre cuatro y saliendo del baño los cuatro absolutamente cuadriculados, es decir, el gato 4, integrantes de la casa 0.

Tenemos una a favor, si apelamos a la modernidad, ningún hombre se verá sorprendido por estos pedidos domésticos, pero esta nota basada en un intricado trabajo de campo, intenta demostrar que a veces, vale batirnos en retirada, porque como dicen de los antiguos combatientes: soldado que se retira sirve para otra batalla.

Manos a la obra

Consideraciones previas: se sabe que la impaciencia y el cansancio no son buenos consejeros, así que desestime cualquier pedido de colaboración en esos estados. Lo hará de prepotente y es más probable que la manden una temporada a freír churros a que se apresten a colaboración alguna.

Además, posteriormente a esa falta de raciocinio por parte de su tropa, le seguirá en un innominable instinto asesino que sublimará franela en mano, franela de trapo, y no del gato de la familia aporreando el mueble hasta dejarlo sin una partícula terrosa y espejado que la refleje a usted en plena mueca de bronca.

Depende en que momento conviene trabajar la moral de unos y de otros al estilo de: hijo de mi vida, hija de mi alma, amor de mi vida: serían tan buenitos de…y ahí una enumera su listado negro de cosas indispensables para una y los otros que conviven bajo el único y mismo techo.

Eso sí, olvídese del la pobre de tu madre, “no ves que cansada esta después de trabajar todo el día”, que nos decían nuestras madres, porque eso ya no surge efecto, porque a esta generación cibernética, la puede conmover tanto esa frase, como oír llover.

Ahora si, todo esto no resultara, bánquese la frustración y cambie raudamente la hoja, porque el pescado sigue sin cocinarse y sigue todo por hacer. Además, los benjamines de la casa aducen estar muy concentrados: él en Dragón Ball Zeta y ella subiendo de nivel a un Pokemon.

Sabrá a esta altura que interrumpir semejantes proezas se constituye en un sacrilegio y se transforma en un grito tipo súplica: ¡mamá me distrajiste, yo que iba por el nivel quichimil y justo cuando el dragón ball zeta ese estaba por ganarle a los malos!. Archienemiga mamá 0 hijos 2.

Entonces, por más que nuestra casa se parezca más a una sucursal de Camboya que a otra cosa, le recomiendo que inspire y exhale unas cuantas veces, reprima ese grito de “¡Inconscientes, no ven el lío en el que están inmersos de por vida por su propio desorden!”.

Guarde la energía de sus escasas cuerdas vocales, mientras piensa en algún otro artilugio para convencerlos, en momentos en que se cansen de esa abulización que los tiene inmersos para pasar a otra abulización. O sea, en vez de gritar sea creativa.

Escenas de la vida familiar

Si encima de reojo y ojo completo, ve a su marido abulizado por su lado y con una agenda comprometida hasta mañana de partidos hasta en Mozambique, hoy, definitivamente, no es su día para andar haciendo la primaria de: homos domésticus.

Deje el plan de estudios para otro momento y limpie lo estrictamente necesario mientras se embala con Dragon Ball Zeta con su hijo, que la infancia es una sola vez en la vida y mientras una tiene cuerda para disfrutarla, bienvenida sea, anímese a un pokemón de su hija adolescente y que la mugre espere, total ella tiene todo el tiempo del mundo y señala una casa que se vive y sobre todo que se habita.

Si no es recalcitrante, quiere decir que su casa, o la mía, no son museos con aromas a lavandinas sino un “hogar dulce hogar”, que a veces cuesta mantenerlo limpio pero que respira y está vivito y coleando, que eso en esos tiempos es decir mucho.

No padezca su casa, disfrútela, aprenda unas cuantas lecciones de football y comparta con su marido que él a su manera también compartirá con usted. Lo que sea, que los homo domésticus tienen tiempo de sobra para fichar tarjeta